LA MANERA DE LLEVAR A CABO ESTE CUIDADO.

1. NUESTRO PROPÓSITO PRINCIPAL DEBE SER LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS.

Los motivos egoístas corromperán nuestra obra, aún cuando nuestros hechos pudieran ser buenos en sí mismos. Si nuestros motivos no son correctos, entonces, aún nuestro mejor sermón no es más que un pecado glorioso.

2. LA OBRA DEL MINISTERIO ES TAN IMPORTANTE QUE DEBEMOS DEDICARLE TODA NUESTRA ENERGÍA Y DILIGENCIA.

Por lo tanto, estudie duro porque la tarea es grande y nuestras mentes son débiles. Nuestra meta no es menos que vencer el mal y establecer el reino de Cristo. ¿Se puede lograr esto con una actitud indiferente o descuidada? Si usted es negligente las almas pueden perderse, pero usted será responsable.

3. LA OBRA DEBE SER REALIZADA EN UNA MANERA ORDENADA Y SABIA.

Nuestra enseñanza debería ser adaptada a las necesidades y las capacidades de nuestros oyentes. Debemos comenzar enseñando detalladamente los fundamentos del arrepentimiento y la fe en Cristo. Los recién convertidos necesitan la leche de la palabra, mientras que los creyentes maduros necesitan el alimento sólido.

4. NUESTRO MINISTERIO DEBE ESTAR CENTRADO EN LAS GRANDES ENSEÑANZAS DE LA ESCRITURA.

Esto es lo que la gente necesita par alimentar sus almas, para mortificar sus pecados y calentar sus corazones. Si solo predicamos a Cristo, estaremos predicando todo. Esta es la mejor forma para no perder el tiempo. Muchas otras cosas pudieran ser deseables, pero el tiempo es corto y las almas son preciosas. Si los oyentes fallan en comprender las verdades esenciales del evangelio, entonces serán perdidos para siempre. Esto no agradará a aquellos que siempre quieren escuchar algo nuevo y emocionante.
Frecuentemente tendremos que repetir las mismas cosas, porque las verdades esenciales son relativamente pocas. Sin embargo, debemos tratar de usar mucha variedad en su presentación. Tenga cuidado de no imitar a aquellos que tratan de compensar su falta de espiritualidad, convirtiendo su predicación en un “show” para divertir a los oyentes.

5. NUESTRA ENSEÑANZA DEBERÍA SER LO MÁS CLARA Y SENCILLA POSIBLE.

La gente no puede beneficiarse de nuestro ministerio a menos que lo puedan entender. Si obscurecemos la verdad, entonces somos enemigos de ella. Si no podemos enseñar sencillamente un tema, entonces, esto significa normalmente, que no lo hemos entendido claramente. Algunos ministros guardan silencio acerca de ciertas doctrinas, debido a que piensan que el pueblo tiene prejuicios que les impiden aceptarlas. Pero, seguramente la mejor manera para vencer los prejuicios es explicando los hechos y haciendo los temas lo más claro posible.
Algunas doctrinas son difíciles de comprender y debemos considerar las limitaciones de nuestros oyentes. Sin embargo, es nuestro deber esforzarnos para hacer que todas nuestras enseñanzas sean tan claras y sencillas que aún los más ignorantes puedan entenderlas.

6. DEBEMOS CUMPLIR NUESTROS DEBERES CON GRAN HUMILDAD.

Recuerde que la palabra “ministro” significa uno que sirve.
El orgullo está fuera de lugar en uno que está buscando ayudar a otros en el camino de la salvación. Si Dios expulsó a un ángel orgulloso del cielo, entonces ¿Acaso dará la bienvenida a un predicador orgulloso y soberbio? El orgullo genera la envidia y los pleitos, y obstaculiza grandemente la obra del evangelio. Algunos pastores se han vuelto incompetentes porque son demasiado soberbios para aprender. No debemos rechazar con arrogancia a aquellos que no están de acuerdo con nosotros. Siempre debemos estar dispuestos a aprender de otros.

7. NUESTRO MINISTERIO DEBERÍA MANTENER UN EQUILIBRIO CUIDADOSO DE AUTORIDAD Y TERNURA.

El balance exacto dependerá del tipo de personas y las situaciones que tenemos que tratar. Sin autoridad la gente no nos hará caso, pero una autoridad excesiva les volverá en nuestra contra.

8. DEBEMOS SER SERIOS, RESPONSABLES Y FERVIENTES EN TODA NUESTRA OBRA.

Nuestra tarea demanda más habilidad y celo de lo que nos es posible dar. No es un asunto de poca importancia pararse frente a la congregación y entregar un mensaje del Dios vivo. La seriedad de nuestro llamamiento condena la frialdad y la tibieza. Si queremos despertar a otros, nosotros deberíamos estar completamente despiertos. Si nuestras palabras no son agudas, no traspasarán a los corazones de piedra.

9. NUESTRO SERVICIO ENTERO DEBERÍA SER MOTIVADO POR UN AMOR SINCERO HACIA NUESTRO PUEBLO.

Ellos deben estar convencidos de que nos preocupamos por sus intereses espirituales y eternos en todo lo que hacemos. Deberíamos amarlos más tiernamente de lo que una madre ama a sus hijos. Debemos imitar a Cristo, el Buen Pastor, quien puso su vida por sus ovejas. Si nuestro pueblo está convencido de que les amamos, entonces serán más receptivos a nuestra enseñanza.
Por lo tanto, debemos mostrar nuestro amor en una forma práctica. Pero, hay que tener cuidado de que nuestro amor no sea egoísta. Ellos deben seguir a Cristo y no a nosotros. No pase por alto sus pecados. La reprensión no es inconsistente con el amor. Dios mismo “disciplina a aquellos que ama”. Si usted quiere ser su mejor amigo, ayúdeles a pelear en contra de sus peores enemigos.

10. DEBEMOS TENER MUCHA PACIENCIA EN NUESTRA OBRA.

Debemos estar preparados para enfrentarnos con muchas desilusiones. Algunos de aquellos por quienes usted ha orado fervientemente, a quienes ha predicado y a quienes ha ayudado e forma práctica, tal vez le critiquen y le falten al respeto. Deberíamos tratar pacientemente con su ingratitud y perseverar en nuestros intentos de ayudarles. No debemos reaccionar con orgullo o con enojo. Muchos ministros fallan en este aspecto.

11. DEBEMOS TENER REVERENCIA EN TODA NUESTRA OBRA.

La reverencia proviene del conocimiento de Dios. Por lo tanto, la irreverencia en las cosas santas es un signo de hipocresía. Alguien que predica como si estuviera viendo el rostro de Dios, tendrá un efecto más profundo que un hombre irreverente, aunque éstos prediquen más ferviente y elocuentemente.
Yo detesto la predicación que busca ser entretenida y alegre. No fuimos enviados para entretener, sino para impresionar a los pecadores con la majestad de nuestro Dios santo. Entre más se manifieste la presencia de Dios en nuestro ministerio, más profundamente será nuestra influencia sobre la gente.

12. DEBEMOS HACER TODAS LAS COSAS ESPIRITUALMENTE, COMO HOMBRES QUE ESTAMOS BAJO LA AUTORIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.

Hay una nota espiritual en algunos hombres que predican, la cual sus oyentes espirituales detectan y disfrutan. Cuando esta nota es perdida, aún las verdades espirituales parecen ordinarias. Las pruebas e ilustraciones que usemos deberían ser espirituales, esto es lo bíblico. El conocimiento y la enseñanza siempre deben someterse a la Escritura. El predicador más dotado no debe gloriarse en nada excepto en la cruz de Cristo. Es un signo seguro de decadencia espiritual cuando perdemos nuestro gusto por la Palabra de Dios.

13. USTED DEBERÍA DESEAR Y ESPERAR FERVIENTEMENTE VER RESULTADOS EN SU OBRA, SI ES QUE QUIERE TENER ÉXITO EN ELLA.

A menos que usted anhele que las personas sean convertidas y crezcan espiritualmente, es muy improbable que usted vea algo de esto. Usted debería estudiar, orar y predicar con esta esperanza en su mente. Raramente Dios bendice la obra de alguien cuyo corazón no está puesto en tener éxito. ¿Acaso podemos estar contentos con el mero hecho de recibir halagos y un buen sueldo? Hay tiempos de sequía en el ministerio, pero Dios nos dará la gracia para perseverar.
No obstante, esta gracia es dada solo a los siervos fieles y a aquellos que anhelan tener éxito. Si yo no veo conversiones después de muchos años, entonces pensaría que esto significa que Dios quiere que trabaje en otra parte.

14. DEBEMOS ESTAR PROFUNDAMENTE CONSCIENTES DE NUESTRA INSUFICIENCIA Y DE NUESTRA COMPLETA DEPENDENCIA DE CRISTO.

Debemos rogar continuamente a Dios por la gracia y la fuerza necesarias para cumplir nuestra gran tarea. No podemos predicar fervientemente a nuestro pueblo a menos que oremos fervientemente por ellos. Solo Dios les puede dar el arrepentimiento y la fe para vida eterna.

15. DEBEMOS HACER TODO LO QUE PODAMOS PARA PROMOVER EL AMOR Y LA UNIDAD ENTRE LOS PASTORES FIELES Y SUS IGLESIAS.

Debemos entender cuan esencial es esto para la causa del evangelio y el bien de todos los creyentes. Debemos aprovechar cada oportunidad para promover la unidad espiritual. Detestamos la arrogancia de aquellos predicadores que denuncian a otros para ganar una reputación de ser muy ortodoxos. La unidad debería basarse solo en las Escrituras, más que en los credos y confesiones de fe. Es importante evitar pleitos acerca de “palabras” y realmente tratar de entender el punto de vista de otros, antes de condenarles como herejes.

Si estamos de acuerdo en cuanto a las grandes verdades fundamentales de la Escritura, entonces podemos unirnos en compañerismo. Podemos organizar conferencias para tratar con los malos entendimientos, y promover el compañerismo y el evangelio. Si todo el tiempo y la energía perdidos en pleitos hubieran sido dedicados a fortalecer a otros en la fe, entonces hubiera sido hecho mucho bien.